La historia de Thiago
Le contaré la historia de Thiago, un relato tan conmovedor como extraordinario. El mismo día en que nació Thiago, su padre, incapaz de asumir las responsabilidades paternales, echó de casa tanto a Thiago, recién nacido, como a la madre, abandonándolos en la calle y diciendo que no los mantendría.
Con las únicas monedas que tenía en el bolsillo, la madre de Thiago logró subir a un autobús con destino a Barbacena. Allí, con el corazón cargado de preocupación por el pequeño Thiago, comenzó a pedir limosna por las calles, esperando reunir lo suficiente para comprar leche para su bebé. Desafortunadamente, sus senos ya no producían suficiente leche para alimentar al pequeño Thiago.
Pasaron los días cuando, finalmente, una familia aparentemente compasiva les ofreció refugio en su vivienda. Sin embargo, la ilusión de alivio pronto se transformó en una trágica realidad. La madre parecía ser explotada a cambio de comida y alojamiento para ella y el niño, y por eso se hundió en un vórtice de dependencia del alcohol, y los dos se encontraron nuevamente en la calle.
Cuando Thiago tenía 5 años, la policía local, cansada de ver tanto a él como a su madre durmiendo en la acera, tomó a Thiago y lo llevó con nosotros al «San Michele Arcangelo», y fue allí donde nos conocimos. Thiago fue uno de los primeros niños que recibí y con quien formé un hermoso vínculo. En ese momento, todavía estaba construyendo lo que sería la actual Misión «San Michele Arcangelo». Recuerdo que nunca quería ir a la escuela y siempre se escondía en mi coche, luego pasaba todo el día conmigo, y de hecho, cuando me daba cuenta y ya estaba en camino al «San Michele», que estaba en construcción, no quedaba más que llevármelo conmigo y pasar así el día juntos. También por eso, Thiago recuerda cada detalle de la construcción. En 2003 finalmente nos mudamos cuando la obra se concluyó, Thiago tenía unos 8 años.
Dando un paso atrás, recuerdo que una vez la madre vino a la Misión completamente borracha, y Thiago, sintiendo vergüenza de las risas de los otros niños que se reían porque la madre no podía mantenerse en pie tanto estaba borracha, se escondió detrás de mis piernas. La madre luego ese día se fue.
Después de muchos años, la madre se recuperó del alcohol y alquiló una casa justo al lado del San Michele Arcangelo. Habiéndose recuperado completamente, me pidió que reconstruyera su vida con Thiago. En esa ocasión, me preguntó si recordaba ese día en que se había presentado en la Misión borracha y Thiago no quería verla. Agregó: «Ese día cambió mi vida porque me di cuenta de que el alcohol me había quitado todo y sobre todo lo único que tenía, mi hijo». A partir de ese día, nunca más quiso beber porque quería ver a su hijo sobrio. Y así comenzó su vida de nuevo con un pequeño trabajo, sencillo pero que le permitía mantenerse, y Thiago comenzó gradualmente a pasar más tiempo con ella, primero algunas noches, luego días enteros hasta que, ahora adolescente, se mudó con ella a su casa.
Todos los sábados por la tarde tenían la costumbre de venirme a visitar a pie, ya que ese día yo me quedaba en mi oficina tranquilo para hacer otras cosas. Siempre llegaban alrededor de las 3 de la tarde y su madre siempre tenía una serie de acciones que invariablemente realizaba cuando abría la puerta. La primera era la petición de bendecirla aunque yo siempre le decía que no podía, que solo Dios puede bendecir, pero que podíamos rezar juntos, que de hecho era lo que hacíamos. Finalmente, cuando se iban, siempre me saludaba con la misma frase: «Sabes que para mí existe Dios en el cielo y tú en la tierra». Y todas las veces repetía estas mismas acciones, hasta que un sábado al entrar no me saludó, me pidió como siempre la bendición y yo como siempre le respondí que no podía bendecirla. En ese momento, se puso frente a mí y me pidió confirmación si, como papá de Thiago, seguiría siendo su papá en caso le sucediera algo. Le aseguré que nada le podía pasar ya que estaba sana, tenía 40 años, por lo que todo estaría bien y no tendría que preocuparse. Pero ella estaba decidida a tener esta confirmación, si yo seguiría siendo el papá de Thiago si le sucedía algo. Le dije que siempre lo sería. En ese momento se levantó, recordándome la promesa que acababa de hacer y se fue sin saludarme. La noche de 5 días después, alrededor de las 3 de la madrugada, murió de un derrame cerebral.
Después de ese triste evento, Thiago regresó con nosotros al «San Michele Arcangelo» y desde allí tuvo una hermosa historia. Se casa con una mujer, adoptando al hijo que ya tenía con su anterior marido, que murió quemado frente a ella, y poco después también tienen una niña juntos. Con el paso de los días, también se convierte en el cocinero del «San Michele Arcangelo». Todo iba bien, hasta que una noche una tragedia lo llevó lejos… una tarde mientras conducía para regresar a casa con su familia, se deslizaron en un río con el coche por culpa del exceso de barro y murieron ahogados.
El dolor, a día de hoy, ha sido y sigue siendo terrible. Thiago tenía la característica de sonreír siempre, en todos los momentos, y normalmente se sentaba conmigo a almorzar ya que yo comía en horarios diferentes como él cuando terminaba de preparar los almuerzos para los niños. En esos momentos, él sabía exactamente que cuando yo, con un gesto, me frotaba la cara era porque estaba preocupado por el dinero y esto sucedía casi todos los días. Pero Thiago siempre me decía: «No sé cómo, pero algún día te ayudaré financieramente con la Misión, quizás gane la lotería, pero de todas formas te ayudaré».
Durante la pandemia del Covid, pasamos quizás el momento más difícil de todos ya que no sabía a quién recurrir para mantener la Misión y estuvimos cerca de la quiebra porque era imposible sostener la Misión misma con sus gastos, deudas y sin más ayuda de ninguna parte por lo que estaba sucediendo en el mundo a causa del Covid.
En este escenario desalentador, había una pareja de la ciudad de São Paulo, Brasil, que nos había anunciado que vendrían a visitarnos en la Misión. La noche antes de su llegada, Thiago me aparece en sueños y me regalaba 2 cisternas de agua, muy bonitas. Entonces le pregunté cómo podía dármelas ya que estaba muerto lamentablemente y él riendo me dijo que recordara todas las veces que le decía que lo ayudaría. Pero yo insistía y le decía además cómo había podido dármelas ya que en vida no tenía mucho. Pero Thiago sonreía como solía hacerlo en vida y me confirmó: «Siempre te prometí que te ayudaría y ahora te estoy ayudando».
Me desperté y le conté el sueño a mi esposa diciéndole lo que pensaba, es decir, que las dos personas que estaban a punto de llegar a visitarnos eran las dos cisternas que Thiago me había dado en el sueño. Esto es lo que me venía a la mente pensando en el sueño. Y de hecho fue así, la pareja fue la que permitió que el San Michele Arcangelo se pusiera de pie y siguiera adelante en ese momento tan difícil. Él era banquero y financió varias reformas para luego mantener la Misión hasta el final de la pandemia del Covid.